viernes, 25 de mayo de 2012

Elegía a Ramón Sijé



Miguel Hernández hace esta elegía a su amigo muerto, en la que nos transmite el dolor que el poeta siente por esta tan temprana pérdida. Este poema es una muestra de cómo la verdadera amistad es capaz de salvar todo tipo de diferencias, empezando por las ideológicas. R. Sijé, hijo del farmacéutico de Orihuela era un joven conservador en la línea de toda sus famila. Miguel, hijo de campesinos pobres, se hizo muy pronto comunista. La amistad que se había iniciado en la escuela, sufrió altibajos en los primeros años de la República, pero nunca abrió una brecha insalvable entre ellos, hasta el punto de que cuando Miguel se entera de la muerte de Ramón escribe este sentido poema, una de las mejores Elegías de la poesía española.

ELEGÍA A RAMÓN SIJÉ

(En Orihuela, su pueblo y el mío, se me ha muerto
como del rayo Ramón Sijé, a  quien tanto quería).
Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.
Alimentando lluvias, caracolas
y órganos mi dolor sin instrumento.
a las desalentadas amapolas
daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler me duele hasta el aliento.
Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.
No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.
Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.
Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.
No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.
En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofes y hambrienta.
Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte
a dentelladas secas y calientes.
Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.
Volverás a mi huerto y a mi higuera:
por los altos andamios de las flores
pajareará tu alma colmenera
de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.
Alegrarás la sombra de mis cejas,
y tu sangre se irán a cada lado
disputando tu novia y las abejas.
Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.
A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.


Sonido del programa Documentos de RNE: "Miguel Hernández, el verso que no cesa", donde se recita un extracto del poema.
Pincha aquí para acceder al programa completo.


3 comentarios:

Pepe Ponte dijo...

Gracias, Eva, por facilitarnos el acceso a uno de los poemas más conmovedores de la poesía española. Y, como tú dices, es la confirmación de una gran amistad que viene desde la infancia de ambos. Sijé es quien le presta a Miguel los primeros libros de lectura y el que más hizo por acercarlo al mundo literario. En las largas tardes pastoreando ovejas, M. Hernández aprovecha, primero, los libros escolares que le deja Ramón y, después, las lecturas de aquello poetas que su amigo le propone. Un ejemplo de solidaridad.

carmen lópez dijo...

El poema es una maravilla que toca el alma humana, por muy insensible que uno sea. El recitado no está mal, pero yo prefiero la declamación a la española, haciendo pausas en cada verso y no a la inglesa, que se lee como prosa.

Eva dijo...

A mí me gusta la recitación pausada, que me dé tiempo a degustar lo que oigo y si la voz que recita es grave, mejor que mejor, pero estas son preferencias personales. Gracias por tu aportación.