viernes, 14 de noviembre de 2014

RECUERDOS DE UN VASCO TRASTERRADO, POR JUAN ANDRÉS OLIVEROS

RECUERDOS DE UN VASCO TRASTERRADO, por JUAN ANDRÉS OLIVEROS

Me llamaron la atención algunos textos escritos por un vasco, J.A.O. de Getxo, por lo que cuenta de los tiempos que vivió en su primera juventud, con 15 años. Como me parecieron un documento interesante para recordar costumbres y usos de aquellos tiempos, los transcribo aquí por si interesan a algunos lectores. A mí me gustaron mucho.

Texto 1.

Voy a contarte un poco de lo que fue mi adolescencia, porque adolescentes éramos con 14 años aunque nos viéramos obligados a trabajar a una edad en la que pasábamos de los juegos al trabajo en la fabrica o en la obra, sin apenas ninguna transición entre una situación o otra.
Recuerdo el día en que a mi hermano y a mi nos despertó una de las tías para decirnos que mi abuela,mi dulcísima abuela había fallecido aquella noche, no recuerdo que edad tenía en el momento de su muerte, aunque creo que debía rondar los 65 años más o menos, pero lo que si recuerdo es el inmenso vacío que sentí dentro de mí y la certeza de que a partir de ese día había dejado atrás mi niñez y que nada, absolutamente nada volvería ser lo mismo en mi vida y que ya nunca tendría la sensación de que nada podía pasarme estando mamá María conmigo.
A mamá María la enterraron en el cementerio de Alza que en aquella época no era más que un monte relativamente cercano a Pasajes Ancho y uno de mis tíos, supongo que con ayuda de sus amigos, construyó una estructura de cemento recubierta de unos azulejos marrones oscuros y brillantes, para poner encima de la tierra que cubría el cuerpo de mi abuelita y puedo asegurar que era la lápida mas bonita que nunca hubo en aquel cementerio.
En aquel tiempo se repartía el carbón para cocinar en las casas por medio de sacos que, cargados en un carro tirado por caballos, un amigo de mi tío repartía por el pueblo y fue en ese mismo carro que cargamos la lápida para su transporte hasta el cementerio.
Antes he escrito que el monte se llama Alza y que si antes era un trozo de tierra sin ningún valor con el tiempo se convirtió en un barrio de San Sebastián de alto poder adquisitivo, pero mucho antes de eso sirvió para dar cabida a miles de inmigrantes, la mayoría originarios de Extremadura y a los que despectivamente llamábamos ¡¡Coreanos!! y no sé por qué esa denominación y no cualquier otra.
Era el final de los años 50 y principios de los 60 y fue ese monte el elegido para construir viviendas que acogieran a esos miles y miles de inmigrantes que llegaban a Guipuzcoa con la única idea de trabajar y conseguir vivir mejor que en su tierra.
Recuerdo que yo tenía entonces 15 años y me habían puesto a trabajar para un vecino nuestro que era electricista y tenía un hijo que trabajaba con él y fue la empresa de este hombre la encargada de instalar la electricidad en aquellos pisos, si es que se podía llamar pisos a engendros urbanísticos como aquellos, sin ningún tipo de infraestructuras como calles asfaltadas,alcantarillados o luz pública y en lo que respecta a las instalaciones eléctricas no hablo de ellas por vergüenza.
Era la época de la España gris o más bien negra y que desde luego si salía el sol yo no puedo recordarlo y después de tantos años sigo sin comprender cómo todavía existen personas que puedan añorar aquellos tiempos.