Juan Ruiz, arcipreste de Hita
(Alcalá de Henares, 1284 – 1351)
Clérigo y arcipreste
de Hita, hoy provincia de Guadalajara. Su obra más importante, El libro del Buen Amor, es uno de los
pilares en los que se asienta la literatura castellana. Con sentido lúdico y
realista, Juan Ruiz introduce una nota
satírica y pícara en un momento en que el estilo dominante era El Mester de clerecía.
EL HOMBRE HA DE SER ASIDUO CON LA MUJER.
FÁBULA DEL PINTOR PITAS PAYAS
No abandones tu dama, no
dejes que esté quieta,
siempre requieren uso mujer,
molino y huerta;
no quieren en su casa pasar
días de fiesta,
no quieren el olvido; cosa
probada y cierta.
Es cosa bien segura: molino
andando gana,
huerta mejor labrada da la
mejor manzana,
mujer muy requerida anda
siempre lozana;
con estas tres verdades no
obrarás cosa vana.
Dejó uno a su mujer (te
contaré la hazaña;
si la estimas en poco,
cuéntame otra tamaña).
Era don Pitas Payas un pintor
de Bretaña,
casó con mujer joven que
amaba la compaña.
Antes del mes cumplido dijo
él: - Señora mía,
a Flandes volo ir, regalos
portaría.
Dijo ella: - Monseñer,
escoged vos el día,
Mas no olvidéis la casa ni la
persona mía.
Dijo don Pitas Payas: -Dueña
de la hermosura,
Yo volo en vuestro cuerpo
pintar una figura
Para que ella os impida hacer
cualquier locura.
Dijo ella: - Monseñer, haced
vuestra mesura.
Pintó bajo su ombligo un
pequeño cordero
y marchó Pitas Payas cual
nuevo mercadero;
estuvo allá dos años, no fue
azar pasajero.
Cada mes a la dama parece un
año entero.
Hacía poco tiempo que ella
estaba casada,
había con su esposo, hecho
poca morada;
su amigo tomó y estuvo
acompañada,
deshízose el cordero, ya de
él no queda nada.
Cuando supo la dama que venía
el pintor,
muy de prisa llamó a su nuevo
amador;
dijo que le pintase, cual
supiese mejor,
en aquel lugar mismo un
cordero menor.
Pero con la gran prisa pintó
un señor carnero,
cumplido de cabeza, con todo
un buen apero.
Luego, al siguiente día, vino
allí un mensajero:
Que ya don Pitas Payas
llegaría ligero.
Cuando al fin el pintor de
Flandes fue venido,
Su mujer, desdeñosa, fría le
ha recibido:
Cuando ya en su mansión con
ella se ha metido,
La señal que pintara no ha
echado en olvido.
Dijo don Pitas Payas: -
Madona, perdonad,
mostradme la figura y
tengamos solaz.
- Monseñer -dijo ella-, vos
mismo la mirad,
todo lo que quisieres hacer,
hacedlo audaz.
Miró don Pitas Payas el
sabido lugar
y vio aquel gran carnero con
armas de prestar.
- ¿Cómo, madona, es esto?
¿Cómo puede pasar
que yo pinté cordero y
encuentro este manjar?
Como en estas razones es
siempre la muger
sutil y mal sabida, dijo: -
¿Qué, monseñer?
¿Petit corder, dos años, no
se ha de hacer carner?
Si no tardaseis tanto, aún
sería corder.
Por tanto, ten cuidado, no
abandones la pieza.
No seas Pitas Payas, para
otro, no se cueza;
incita a la mujer con gran
delicadeza
y si promete al fin, guárdate
de tibieza.
[…]
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